HÉCTOR BIENVENIDO ACEVEDO (CUQUI)
Nació 12 de mayo de 1952 en San Pedro de Macorís, R. D.
Cuqui Acevedo es la respuesta que tiene el béisbol a la calificación de ratón de biblioteca que se le asigna a aquellos que del recinto poblado de libros hacen su casa por el amor a la lectura. En su caso particular, Acevedo creció en los diamantes de su natal Macorís del Mar, tierra fecunda en peloteros.
Ese contacto permanente con el béisbol desde una temprana edad, permitió a Cuqui desarrollar una herramienta especial para descubrir diamantes en bruto, aprender la técnica y estrategia del juego, y labrar su nombre como uno de los más agudos cazadores de talento que ha conocido nuestro país.
Explorador de jugadores para los Bravos de Atlanta, Filis de Filadelfia, Indios de Cleveland y Vigilantes de Texas, Acevedo firmó o recomendó firmar a numerosos jugadores pletóricos de habilidades entre los que sobresale un trío que hoy forman parte del firmamento de estrellas famosas del Pabellón de la Fama del Deporte Dominicano como son Julio César Franco, Juan Samuel y George Bell.
Luego de sus éxitos como dirigente de campo en San Pedro de Macorís, llegó a la capital en 1975 a pilotear el poderoso equipo de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, tejiendo una historia de conquistas que incluyeron cinco coronas al hilo en el primer lustro de los años 80.
Siete de sus pupilos de esos equipos –Fidel Mejía, Juan Ortiz, Orlando Guerrero, Iván Crispín, Aquiles Peña, Enrique Cruz y José Manuel Cabreja– alcanzaron la inmortalidad deportiva resaltando así sus condiciones como excelente manejador de grupos y de atletas estelares.
El softbol molinete fue otro terreno fértil donde la capacidad de Acevedo puso de manifiesto sus dotes como capataz de campo al conducir las huestes dominicanas a medallas de oro en los Campeonatos Centroamericanos y del Caribe Masculinos en 1983 y 1987 en Colombia y México, y a la presea aurífera en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1986 en Santiago.
Cuatro de sus jugadores de softbol –Elizabeth Sánchez, Ramón Dorciné, Josué Polanco y Modesto Figuereo– ascendieron al templo dominicano de los inmortales para así completar un nutrido ramillete de discípulos a quienes corresponde ofrecerle una bienvenida en el recinto reservado a nuestros deportistas
ilustres.
Sus 32 años de éxitos y conquistas tanto en el béisbol como en el softbol le franquean las puertas de ingreso al olimpo dominicano.